martes, 2 de octubre de 2018

Poemas de Norman Paba Las Máscaras del Vértigo en el Patiesitio Cultural: Oído al Patio - Literatura de Cerca

Patiesitio Cultural
presenta:


LAS MÁSCARAS DEL VÉRTIGO

Lectura de poemas: Norman Paba Zarante

Oído al Patio: Literatura de Cerca)

Sábado 6 de octure de 2018 8:30 p.m.
Dirección: Barrio El Socorro Plan 250 Manzana 41 Lote 5

CUPO LIMITADO

Informes:
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PAISAJES OMINOSOS

Creo que la reserva que tuvo Gombrowicz acerca de la poesía que busca a todo trance ser “poética”, ha hecho por fortuna blanco en algunos autores que huyen de los tópicos líricos, más cercanos como están a Lautreamont que a Bécquer, más a la distopía que vivimos que al gorjeo del ruiseñor. Hemos aprendido a valorar a quienes saben apuntar con tino al público burgués para arrojarle más tomates que rosas. Y a quienes no propiamente lo hacen con alardes vanguardistas ya marchitos, con manifiestos escritos antes de realizar una obra, como quien dice con los gestos vanos de querer poner la huella antes de dar el paso.

Pienso esto al leer los poemas de Norman Paba, unos poemas que parecen nuestro reflejo colectivo visto en un espejo cóncavo. Lo suyo, me parece, es un cambio de dominio de la poesía sumisa que habla por hablar, al dominio de una poesía que rehúye el manierismo, contraria a la que se escribe en estos pagos con bastante frecuencia. Hay contadas excepciones que no encajan en lo que afirmo, un tono homogéneo que permite insertar versos de un poeta en los versos de otro poeta sin que se altere para nada ni el sonido ni el sentido.

Frente a una artillería de mentiras y miedos que llega inclusive a domesticar la poesía, a hacerla cortesana y obediente, la palabra de Paba resulta inquietante porque no es tremendista sino sucia de realidad sin que sea por esto realista.

El poeta le sigue en estos seis poemas un prontuario a nuestro entorno. Y anota sus desvaríos: el de quienes pierden “la cabeza por amor una y otra vez” o cohabitan con la soledad o con la ebriedad en un país más ebrio aún. Un país dónde no pocos preguntan dónde queda su casa, dónde queda la vida. Todo podría resultar en extremo dramático pero la forma que tiene de expresarlo lo aleja del gimoteo, como si dijera entre líneas que la soberbia colectiva a veces puede desalojar los pequeños dramas del individuo.

Frente a la jauría de los miedos, miedo al otro, miedo a la noche, miedo a sí mismo, miedo a la incertidumbre, miedo a perder el más adocenado empleo; frente a los miedos en los que somos atrapados como reos, su palabra habla del sueño, y el sueño no es verbal, pero habla más aún del maldormir en callejones, de dormir con quienes ingieren grajeas de expiación, de dormir en un auto oxidado, de “dormir esposado en estaciones de policía o en bibliotecas”, “en taxis que regresan a ningún lugar”. Pero también es bueno hacerlo bajo bengalas en ultramar “escuchando la conversación subterránea de todas las cosas vivas”.
Su poética contiene una suerte de almacén de símbolos (la expresión es de Baudelaire), de imágenes que nos acompañan y siguen inquietándonos tras su lectura.

Su alucinada y/o alucinante versión de San Victorino, de un paisaje del Bosco que hace itinerancia en nuestra ciudad, de nuevo nos recuerda que, entre la realidad y el deseo, en esta geopatía, en esta enfermedad del paisaje de una multitud que vomita (salud, García Lorca), la poesía que no escamotea su acoso siempre tiene una relación disfuncional con la falsa realidad.

Paba ve la belleza escondida en el harapo, como algunos ángeles de su admirado Caravaggio. Él es uno y otros. Es Chet Baker levantando la trompeta resurrecta tras su muerte en Ámsterdam, un lírico del jazz que regresa del olvido para ponerle la banda sonora a esta ciudad que nunca conoció.

Paba es o quiso o pudo ser “un monje salvaje”; puede ser, en fin, el intento por despojarse de un yo atenazante, un paseante que decide “lanzarse a las vías de un tren que no existe”.

Yo agregaría que por fortuna ese tren luctuoso no existe y que, de existir, Norman lo encontraría posiblemente en las carrileras de un cuento de Arreola, a lo mejor con un guardagujas de su misma inusitada imaginería.

Juan Manuel Roca

Norman Paba Zarante
(Cartagena, 1985), poeta y escritor colombiano. Finalizó estudios de Literatura en Cartagena. Es Magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá). Participa en las antologías En Tierras del Cóndor del Taller de Edición Rocca, poesía colombo-peruana; Luna Nueva. Antología Múltiple III. Diecinueve miradas a la poesía colombiana, compilación de Manuel Ortiz Forero; La casa sin sosiego: la violencia y los poetas colombianos del siglo XX, antologador Juan Manuel Rocca, entre otras. Poemas suyos han sido traducidos al francés, inglés e italiano. Es colaborador de la editorial Piedra de Toque, Poesía Ambulante. Dirigió el Taller de Creación y Apreciación en Poesía Ruido Ciego para la Dirección de Museos y Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, asimismo, el Taller de Escritura Creativa Oficio Mayor para el Museo de Arte de Pereira. En 2017 fue ganador de la convocatoria de Idartes Residencias Artísticas en Bloque Ciudad de Bogotá con el proyecto Habitar el relámpago (Fundación Poética de Espacios No Convencionales). Ha publicado la plaquette Habitar el relámpago (2017). Su libro de poemas, La noche incinerada, se encuentra en proceso de publicación con la Editorial Babilonia.

http://www.laraizinvertida.com/detalle-2265-habitar-el-relampago-paisajes-ominosos
https://circulodepoesia.com/2017/12/poesia-colombiana-norman-paba-zarante/
  


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GENTE RARA





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